CUENTO : EL REBAÑO DE DON CIRILO
EL REBAÑO DE DON CIRILO por La Pluma Gris
El esplendoroso día se fue nublando, Esteban no alcanzaba a
distinguir los enormes cerros, por la densa neblina que caía cuyas gotas de lluvia aumentaban cada vez más, los paisajes de los andes llenos de
nieve se sucedían interminables, el nuevo panorama se iba
desnudando del verdor de su vegetación para ir tornándose gris, comenzaba
a aparecer los ”ichus” como mantas doradas en la inmensa pradera
desértica y bañados por la brisa cuya fuerza del viento formaban olas de
incomparable belleza; los penachos de los andes formaban cadenas interminables de
cumbres y presentaban nieve perpetua en sus cimas de una preciosa majestuosidad-- que servían como postales muchas veces y que daban la vuelta al mundo exhibiendo la belleza
natural de esta cordillera de los andes.
Esteban se encontraba allí, atendiendo el llamado de don Cirilo para
ayudar en el pastoreo de su rebaño de
ovejas, pues don Cirilo se encontraba
postrado en una cama enfermo, un mate de
yerbas esperaba ser ingerido por el enfermo, él con
mucho esfuerzo suplicaba el no poder atender su rebaño debido
a su enfermedad Esteban accedió de
inmediato en respuesta a sus ruegos, y llegó para cumplir esa tarea , lo acompañaría “miqui”
el perro lanudo de don Cirilo que era gran
conocedor de la faena pastoril,
Comprendiendo la tarea
encomendada. Esteban se preparó para
iniciar la faena de ese día “miqui” salió corriendo directo al rebaño que se
encontraban en un corral ayudado por
Esteban que le ayudó a abrir la pesada
puerta por donde salieron perro y ovejas; “miqui” al mismo tiempo con sus ladridos ordenaba el rebaño conduciéndolo hacia una colina lejana en la que deberían estar al medio día, allí hicieron una parada mientras el rebaño en
su incansable pastoreo se alimentaban cortando la hierba dejando una preciosa alfombra dorada en el
llano.
. Había llegado la hora del almuerzo, en el atado que
habían llevado Esteban , había unos trozos de charqui, unas papas arenosas sancochadas
y un trozo de queso mantecoso, que
proporcionarían suficientes proteínas para el sustento de ese día; “miqui”
también departió su alimento con
suma avidez devoraba un trozo de charqui. En ese momento salió corriendo,
dejando su charqui que tranquilamente disfrutaba , tras de una persona con la misma ropa y el sombrero de don Cirilo y que estaba
dirigiéndose a una cueva, no muy lejana
Esteban levantó la mirada y también vio a esa
persona que parecía don Cirilo dirigirse a esaa cueva , se levantó
presuroso y fue tras de “miqui” que corría tras de esa persona sin poder alcanzarla ; después de mucho
correr tras esos pasos llegaron y no encontraron a nadie, la cueva lucía vacía, solo algunos murciélagos revoloteaban
dentro.
Esteban consternado y
curioso se introdujo en la cueva
para averiguar lo que estaba pasando
y sucedió lo incomprensible mágicamente “se encontró
en su niñez de la mano de don Cirilo que le decía , vamos Esteban te llevaré al
colegio no debes llegar tarde ,
caminaban juntos pero luego le compraba
unas pelotas para poder jugar con
ellas , luego veía que estaban en unas bicicletas pedaleando a través de los inmensos prados
y hasta haciendo competencias muy alegremente, luego ya era adolescente
, vio a la imagen de su madre toda ella
cariñosa que le alisaba el cabello, le sacudía la vestimenta del polvo del camino y le acomodaba el corbatín, y le ponía a hacer sus tareas, luego él se iba con don
Cirilo acompañándolo en el pastoreo de su rebaño, por inmensos prados”
En esos instantes el cielo se fue oscureciendo por la acción de
una densa neblina que cundía el lugar.
se escuchaba el sonido de una flauta que a lo lejos entonaba una melodía triste
casi lastimera que producía mucha
tristeza, después de mucho rato el cielo
por fin se fue despejando y Esteban logró salir de la cueva, sorprendido de lo que
le había sucedido presagiaba algún acontecimiento nefasto que
iba a suceder; “miqui” recostado sobre
sus patas delanteras con la cabeza erguida miraba siempre al rebaño, en
cualquier momento salía corriendo tras
alguna oveja que se salía del rebaño,
La tarde caía , era señal de
regreso a la cabaña , “miqui” a una voz de vamos de Esteban salió corriendo a juntar el rebaño, para
iniciar el camino de regreso, la
caminata era silenciosa y decadente, el avance
paulatino, nada perturbaba esa
calma que flotaba en el ambiente , una ligera brisa de aire frio empezó a
correr, Esteban con las manos dentro de la gruesa chaqueta abotonada hasta el
cuello y la chalina alrededor del
cuello a la bandolera se proporcionaba un calorcito agradable y lo completaba
el atuendo, una gorra tejida con lana de oveja que le cubría hasta el borde de las cejas tapándole
las orejas, mas el pantalón de grueso corduroy verde tipo militar hacía
juego con los botines “caterpiller” que facilitaban la caminata, seguía sin
comprender lo que le había sucedido pero en parte sentía cierta felicidad haber
encontrado a su madre en aquellas circunstancias y también le parecía haber
vivido un sueño con el abuelo don Cirilo
A lo
lejos divisaba la cabaña con su humeante chimenea. En la tarde sombría comenzó a sentir algo pesado en el ambiente y
se empezó a oír ahora el tañido lastimero de una campana con sonido
intermitente pero espaciado, anunciando el fallecimiento de algún lugareño cuyo
tañido llenaba todo el cielo hasta el
fondo de los cerros que con sus cúspides
blancas parecían escucharlas y cuyos sonidos
se convertían en ecos profundos que escarapelaban el cuerpo. Llegando a la cabaña Esteban y “miqui” haciendo su tarea de guardar el rebaño, ingresó a la cabaña y vio un cuerpo inerte sobre una mesa y con cuatro
velas encendidas, allí se encontraba el
cuerpo de don Cirilo que había dejado de existir. Esteban no pude resistir el
aire enrarecido de la cabaña, unas lagrimas asomaban en sus mejillas por la pérdida
de ese ser tan apreciado y ya comprendía que se había querido despedir de él
y de “miqui” yendo al lugar del pastoreo.
Contaba la familia que en sus momentos de agonía
habían visto a don Cirilo por varias partes del pueblo , quizás
despidiéndose de sus familiares y conocidos. El cura del pueblo dio unas oraciones encomendando el alma a Dios con un “Descanse
en paz Don Cirilo”.
Todo el pueblo empezó a llegar
para el sepelio llevando flores blancas en sus manos, hombres, mujeres, niños y
ancianos de todas las regiones y ciudades los que lo estimaban , los que lo apreciaban,
unos granjeros llevaban sus gallinas ,
gansos y canastas de huevos frescos en
señal de ofrenda al fallecido; los
panaderos llevaban panecillos de harina recién horneadas en bandejas de
madera que Esteban se encargaba de recibir,
otros granjeros llevaban leche fresca
recién ordeñada en tinajas, además de quesos de varios sabores , otras personas llevaban velas, muchas de ellas
encendidas que llenaban toda la casa,
todo el patio, y los senderos de ingreso
de la casa; en las ventanas colocaban flores y velas blancas y de colores que permanecían encendidas día y noche velando el cuerpo inerte de don Cirilo, que permanecía intacto tal como se encontró la mañana de su fallecimiento; sobre la mesa
iluminado por la luz de las velas el pueblo entero rezaba, y no terminaban de rezar, las campanas de la iglesia no
cesaban de repicar un redoble fúnebre , que se sentía en todo el pueblo y en
los pueblos aledaños ,y la gente seguía
llegando.
El lugar se llenó de una espesa
niebla similar a la experimentada por
Esteban cuando salió de la cueva y que a la casa le daba un aspecto tétrico.
Solo las velas iluminaban el lugar y el camino al cementerio donde debería ser
llevado don Cirilo. Las ofrendas de toda índole seguían llegando y ahora se
guardaban en los graneros. El rebaño de ovejas permanecía en silencio en los
corrales y “miqui” entró en un profundo
sueño que no despertó hasta el día en
que fue el entierro. Al ataúd de don Cirilo; lo acompañaba un
cortejo fúnebre, iba Esteban acongojado
y a su lado “miqui”, la densa neblina se
hacía más espesa y solo se
distinguía el camino por las velas
encendidas en todo el trayecto. El pueblo le dedicó muchas horas de duelo y hasta que el ataúd fue depositado y
cubierto de tierra en el cementerio.
Después del último lampazo de
tierra en esa tumba, la niebla se fue disipando, las velas se fueron apagando y
se lleno de luz el escenario y se leyó en su lapida el epitafio AQUI YACE DON
CIRILO, QUIEN FUE AMADO POR SU PUEBLO.
Autor: Ernesto Castillo
Tafur
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