EL REBAÑO DE DON CIRILO (cuento)

.- El Rebaño de Don Cirilo 

Autor: Ernesto Castillo Tafur


El esplendoroso  día se fue nublando, Esteban no alcanzaba a distinguir los enormes cerros   por la densa neblina que había, las    gotas de lluvia aumentaban cada vez más,  los paisajes de los andes llenos de nieve   se sucedían  interminables;  el nuevo panorama  se iba  desnudando del verdor de su vegetación para ir tornándose gris,  comenzaban  a aparecer los ”ichus” como mantas doradas en la inmensa pradera desértica y bañados por la brisa   cuya fuerza del viento formaban olas de incomparable belleza: Los penachos de los  Andes formaban cadenas interminables de cumbres y presentaban   nieve perpetua en sus cimas  de una preciosa  majestuosidad que servían para postales,  de mucha belleza y que  darían la vuelta al mundo exhibiendo la  natural belleza de esta cordillera de los Andes. Pronto Esteban llegaría a la cabaña incrustada entre los parajes maravillosos de esos parajes prodigiosos de ricos pastizales, alimento divino que la naturaleza supo prodigar para la crianza de excelentes ejemplares de ovinos y auquenidos:   La ubicación inmejorable de la cabaña construida de hermosos maderos de eucaliptos  y que con gran destreza construyo don Cirilo  cuando todavía era muy joven, era pionero de los extensos poblados que habían dominado los andes viviendo tras generaciones  con la cual era un ferviente poblador capaz de   enfrentar los retos que  le ofrecían  las punas.  Casi un ermitaño  se había convertido,  pues amaba  a sus ovejas convertidos en extensos rebaños  y se deleitaba  con su existencia y de   como se reproducían;  y el los criaba y los pastoreaba con una pasión increíble  solo comparable  con el amor que  sentía   por esa tierra. Don Cirilo que así lo  llamaban  tenía una familia en la gran ciudad  y se acordaba mucho de Esteban su único sobrino que él supo criar  desde muy tierno  hasta que tuvo que emigrar a la ciudad para su educación. Don Cirilo  de aspecto amable y  bonachón con sus botas de cuero forrado  en piel de oveja que desafiaba el intenso frio de la puna; su vestimenta  de lana de oveja,  hacían de él un ser  muy afortunado  acompañado siempre de su fiel amigo “miqui” un perro lanudo   que él había sabido rescatar de una jauría de lobos ; se convirtió en su mejor amigo fiel, le tomo cariño y aprecio  y le enseño el pastoreo de las ovejas; le enseño a recolectarlas  cuando se extraviaran,  ir tras ellas, y regresarlas al rebaño; le enseño a  enfrentarse con ‘precaución a los lobos, que pretendían siempre llevarse a las ovejas; él las ponía a buen recaudo; “miqui” se convertía en algo esencial de ayuda a don Cirilo que lo recompensaba con un buen pedazo de carne seca  que llevaba como fiambre. Tornándose una pareja  inseparable;  “miqui” se convertía en un guardián ovejero  que era muy reconocido  por todos los pastores del condado, con sus reconocibles  ladridos, las ovejas lo obedecían  y él se sentía orgulloso   moviendo la cola  en señal de júbilo  se  acercaba a don Cirilo  que muy paciente  ya le esperaba  en lo alto de la colina  fumando su gran pipa  y envuelto  en una cobija de lana  gruesa  y haciendo una pequeña fogata donde calentaba  el café del medio día . Eran días felices  de paz y armonía él y “miqui” se la pasaban en sus faenas pastoriles. Don Cirilo desde muy joven había incursionado en esta faena; su familia su única hermana  vivían en la ciudad con su pequeño hijo Esteban, que era muy querido por don Cirilo, en muchas ocasiones  y en vacaciones  lo tenía  en su cabaña y disfrutaban  de su estadía.
Esteban  quien apreciaba  mucho a su tío. Tomaba como una leyenda la proeza  de don Cirilo  de vivir muy cerca de su rebaño, es allí donde aprendió  a querer  el pastoreo,  era su contacto con la naturaleza  y los animales; le gustaba  admirar la belleza  de los Andes, sus grandes extensiones  que daban hasta el horizonte,  impregnado  de de un manto   color dorado en ondeantes oleadas  por el viento que engrandecían  al “ichu” majestuoso como una alfombra dorada en la inmensidad del estero, hasta llegar a unas lagunas  de aguas cristalinas  que en las noches  de luna parecían espejos de plata resplandeciendo  la penumbra  de la noche  con mágico  encanto;  en el   aprendió  a deleitarse  con el cielo cubierto de estrellas  y que “miqui” solía ladrar incansablemente  y corría tras  la ruta de algún lucero  que caía en la inmensidad  del cielo; Cuanta nostalgia  se le venía a la mente, Ahora regresaba  a ver a don Cirilo, luego esperaba dirigirse al pueblo  para saludar a tantas amistades; quizás algún recuerdo amoroso  de juventud  quizás a tanta gente,  que era querido por don Cirilo, de admirable don de gente  preocupado siempre por los olvidados de ese pueblo donde él solía  acudir a aliviar las penas de los desvalidos  de alguna comunidad que caía en desgracia; don Cirilo se aparecía con el apoyo que necesitaban, quizás con una oveja en ristre, para ser utilizados y solucionar la falta de alimentos de niños y adultos. Su inclinación religiosa  hacia que cada pueblo contara con un templo para que puedan  venerar a su Dios , que con tanta fe  acudían a orar  y les dotaba  de un campanario   cuyo tañir de sus campanas  se escuchaban  de un pueblo a otro, eso lo convertía  en un hombre  filántropo . Don Cirilo había conquistado los Andes, la soledad de las punas  lo había convertido  en pueblos  con vida, con fe y esperanza; le  agradaba  transmitir  felicidad interior  que se manifestaba  con música,  la quena  cuyos  sonidos mágicos  prevalecían ante el  silencio de esos Andes  majestuosos; don Cirilo aprendió a quererlo y a amar al indio que tocaba su quena, lo llenaba de sentimiento, lo renovaba, le llenaba de energía escuchar el  sonido de esas melodías, tristes, lastimeras, le llenaba el corazón vertía lagrimas  de felicidad  de desahogo, su espíritu se elevaba hasta sitios recónditos y el eco de esas melodías  lo ayudaban a vivir. Quien podría vivir en esos parajes  solitarios donde el azote del viento frio era predominante  pero ideal para la vida  salvaje de la fauna  andina. Se deleitaba  con el vuelo majestuoso  del águila  andina , de los majestuosos  cóndores que con sus inmensas alas extendidas  parecían dominar las cumbres inhóspitas, frígidas, pero llenos de belleza  indómita; esas aves majestuosas que no pedían nada pero que proporcionaban la belleza de una naturaleza  prodiga. Don Cirilo se deleitaba cuando esas aves majestuosas  en su vuelo cotidiano  se acercaban  velozmente  hacia su presa, conejillos silvestre que despreocupadamente   se encontraba en la estepa o alguna oveja  del rebaño de don Cirilo se desviaba del rebaño; “miqui” lo presentía y empezaba  a ladrar con tanto vehemencia  que se escuchaba  por toda la estepa  ahuyentando a tal depredador.
Mucho tiempo el pastoreo había constituido una de las tareas más gratas  de don Cirilo comparada con las mas  dedicados profesiones , porque esa acción  implicaba  según  él  tener un conocimiento cabal  del tiempo, inclusive  llegar a una  predicción del estado del tiempo las posibilidades  de prever fuertes vientos de prever lluvias, nevadas  donde  la mayor parte  del “ichu” era cubierto de nieve que perjudicaba  el pastoreo. Diseñar  estrategias para proteger al rebaño en   ubicar guaridas    y cubiertas y la realización  de estrategias contra el ataque,  contra el  acoso  de animales depredadores;  es decir que no se alejaran  de las zonas  del ámbito de vuelo de cóndores y águilas porque  él y “miqui”  se encargaban de eliminar a tan inoportunas depredadores, es decir debía encontrar la zona  libre para un exitoso pastoreo , planificaba las mejores zonas.
Con respecto a la reproducción  del rebaño  era muy cuidadoso para asistir a las ovejas  recién nacidas, les construía cabañas  pastoriles donde eran conducidas  los nuevos ejemplares  y los sometía  a muchos cuidados;  para los recién nacidos esas técnicas  las llevaba a cabo  con sumo interés  así como también transmitía a los demás pastores para que obtengan mejores resultados; una enseñanza que el pueblo lo asumía. Don Cirilo creía en la vida,  en la grandeza del espíritu; creía en la gente que lo daba todo; creía en sus Andes misteriosos, en sus Andes majestuosos coronados de nieve perpetua; creía en las estepas llenos de sus preciosos pastizales milenarios de belleza indómita, de sus oleadas ante los vientos fríos que los  acariciaba en un concierto mágico de armonía y belleza; creía en la inmensidad  de esas tierras  por conquistar  esperando la acción  del hombre para derrotar al destino  que  ponía  a reto a todas las generaciones como símbolo de progreso pero que la mayoría de las veces el hombre se veía derrotado y lloraba su desgracia y se amparaba en una quena; lloraba sus penas, sus lagrimas caían en esa tierra  fértil prodigiosa  y le servían para hacerse más fuertes, más tenaces,   eso era la magia de los andes, la magia perpetua  que lo absorbía y le llenaba de fortaleza. Así cavilaba don Cirilo, con su pipa en la mano y absorbiendo bocanadas de su  perfumado tabaco mezclaba los aromas de los andes, formando coronillas de sus bocanadas hacia flotar en ese cielo azul y “miqui” que seguía a esas coronillas lanzando ladridos de diversión hasta que se diluían en el espacio. Don Cirilo pastaba su rebaño   acompañado  de su fiel “miqui” pero en realidad  no estaba solo  en esa inmensidad, lo acompañaban los interminables escarpados; lo acompañaban  el eco  de su voz  cuando llamaba  a sus ovejas ¡ovejaaas¡ el eco de su voz  se escuchaba  en el infinito y él se deleitaba  escuchando su voz por varios minutos, un eco que nunca acababa  y se perdía  a través de los picachos  de nieves perpetuas, inhóspitas, de quebradas  con hilo de plata  que bajaban  desde lo alto con sus aguas cristalinas, burbujeantes alborotadas puras; un eco que  no terminaba, seguía viajando como viajan las aves, los cóndores con sus vuelos majestuosos.  Así el eco de la voz de don Cirilo viajaba   a través del aire frio de la estepa.  La temporada de pastoreo comenzaba con el refulgente amanecer donde hacia aparición un  sol radiante que caía sobre las extensiones  de la estepa y un viento helado cubría  el momento  en ondulantes ráfagas,  el verano llegaba   y don Cirilo  se alegraba de haber pasado   ese frio invierno  y el rebaño parecía  apreciar tal momento puesto que retozaban  felices con grandes saltos al aire como tratando de agradecer a esa naturaleza que se mostraba por demás generosa, se escuchaban los validos de esos excelentes ejemplares  y que ya se encontraban listos para el esquile y llegaba el gran momento de las  grandes ovejas preñadas en el invierno  daban sus crías  los mejores ejemplares de ese rebaño tan apreciado.  Don Cirilo , que acudía en pos  de los nuevos ejemplares, los cargaba  con suma dedicación y los ponía a buen recaudo  de los depredadores que acechaban constantemente ; después de hacer esa rutina  se dirigía a su cabaña a colocarse cerca a la chimenea  a saborear un delicioso puchero andino  que era su especialidad culinaria  compuesta de  abundante  trozos de carne fresca, de carne ahumada seca  con una variedad de las hortalizas que solía sembrar en ese pequeño invernadero y sustentadas con unas deliciosa papas del ande prodigioso y de grandes propiedades alimenticias. La presencia de don Cirilo  en estos parajes  eran un complemento a la armonía  con una belleza inhóspita  de aquellos Andes  tan terribles por su clima  agreste  y a la vez  bello  por sus incomparables  paisajes, la naturaleza  se había deleitado en hacer en este  mundo lo incomparable, lo indómito , lo pictórico lo incontrastable; don Cirilo era una pieza más en este paraje tan bello: la presencia humana lo hacía parecer como dominado por el hombre, que todo lo puede, que todo lo hace con amor con pasión incomparable, casi indómito como la fauna  que suele habitar en estos parajes  y su mejor  dominio de esos Andes profundos  era el sonido de la quena  lastimera  casi implorante pero con gloria de triunfo y que a través del eco  viajaba por todos los rincones de esta tierra bella; por eso don Cirilo  dejaba toda su existencia  a esta maravilla  que muchas personas  no saben apreciar. El demostraba  que el hombre  con muchas pasiones  es capaz de  de hacer sucumbir  cualquier mito, de acentuar  su presencia  dominante; en este caso él, al majestuoso Ande  de incomparable belleza  escondida . Su rebaño   era un motivo para manifestar su amor  por esa tierra , había dejado  toda su vida  en las estepas , su organismo le anunciaba  que pronto llegaría  su  fin  y sufría de melancolía, de nostalgia  de tan solo saber  que ya no sería parte de ese bello escenario que la naturaleza  le prodigaba , sentía  que debía partir, dejar esos paramos, dejar  esas cumbres  rocosas, esos picachos  con nieves perpetuas; ese sol naciente esplendoroso con sus brisas frías  que le calaba  los huesos  y que   ya no podía soportar el triunfo de los Andes ante el ímpetu de don Cirilo que todo  su vida había sido desafiante, pero él estaba seguro que vendrían mas don Cirilo  que toda su vida  había sido desafiante , pero el estaba seguro que vendría  mas   Cirilos y que la humanidad  avanzaba  ya no serian   estos parajes  solitarios  el progreso lo invadiría.  Era la esperanza  que albergaba  tenía esa bella ilusión, se acordaba  desde  el primer día  en que piso este paramo se quedo prendado  y que  desde ese mismo día  no regresó a la ciudad; recordaba  como cortaba los enormes arboles  de pino  para construir con sus propias manos  la cabaña  que era su fortin..
 Esteban ya  se  encontraba allí,    acudiendo al llamado de don Cirilo para ayudar en el pastoreo de  su valioso rebaño de ovejas, pues  don Cirilo se encontraba postrado en una cama enfermo,  un mate de yerbas esperaba ser ingerido por el enfermo,  él  con mucho esfuerzo   suplicaba el no poder atender su rebaño debido a su enfermedad   Esteban accedió   de inmediato en respuesta a sus ruegos, y  llegó para cumplir esa tarea , lo acompañaría   “miqui” el perro lanudo de don Cirilo  que era gran conocedor de la faena pastoril,
Comprendiendo la tarea encomendada. Esteban se preparó  para iniciar la faena de ese día “miqui” salió corriendo directo al rebaño que se encontraban en un corral   ayudado por Esteban  que le ayudó a abrir la pesada puerta por donde salieron perro y ovejas; “miqui”  al mismo tiempo  con sus ladridos  ordenaba  el rebaño  conduciéndolo  hacia una colina lejana en la que deberían  estar al medio  día,   allí hicieron una parada mientras el rebaño en su incansable pastoreo se alimentaban cortando la hierba   dejando una preciosa alfombra dorada en el llano.
. Había  llegado la hora del almuerzo, en el atado que  habían llevado Esteban , había  unos trozos de charqui, unas papas arenosas sancochadas y un trozo de queso mantecoso,  que proporcionarían suficientes proteínas para el sustento de ese día;  “miqui”  también departió su alimento   con suma avidez devoraba un trozo de charqui. En ese momento salió corriendo, dejando su charqui que tranquilamente disfrutaba, tras de una persona  con la misma ropa  y el sombrero de don Cirilo y que estaba dirigiéndose  a una cueva,  no muy lejana.    Esteban levantó la mirada  y también  vio  a esa persona  que parecía don Cirilo  dirigirse a esa cueva, se levantó presuroso  y fue tras de “miqui”  que corría  tras de esa  persona  sin poder alcanzarla; después de mucho correr  tras esos pasos   llegaron   y no encontraron a nadie, la cueva  lucía vacía, solo algunos murciélagos  revoloteaban  dentro.
Esteban consternado y curioso  se introdujo  en la cueva  para averiguar lo que estaba pasando  y sucedió lo incomprensible mágicamente  “Esteban se encontró en su niñez de la mano de don Cirilo que le decía,  vamos Esteban te llevaré al colegio ya que no debes  llegar tarde, caminaban juntos pero luego le compraba  unos  juguetes para poder jugar con ellas , luego  se encontraban  en unas bicicletas  pedaleando a través de los inmensos  prados  y hasta haciendo competencias muy alegremente, luego ya era adolescente , veía  la imagen de su madre  toda ella cariñosa que le alisaba el cabello, le sacudía la vestimenta  del polvo del camino y le acomodaba  el corbatín, y le ponía  a hacer sus tareas, luego él se iba con don Cirilo acompañándolo en el pastoreo de su rebaño, por inmensos prados”
En esos instantes  el cielo se fue oscureciendo por la acción de una densa neblina  que cundía el lugar; se escuchaba el sonido de una flauta que a lo lejos entonaba una melodía triste casi lastimera que producía  mucha tristeza,  después de mucho rato el cielo por fin se fue despejando y Esteban  logró salir de la cueva, sorprendido de lo que le había sucedido     presagiaba algún acontecimiento nefasto que iba a suceder; “miqui”  recostado sobre sus patas delanteras con la cabeza erguida miraba siempre al rebaño, en cualquier  momento salía corriendo tras alguna oveja que se  alejaba del rebaño,
La tarde caía, era señal de regreso a la cabaña, “miqui” a una voz de vamos de Esteban  salió corriendo a juntar el rebaño, para iniciar  el camino de regreso, la caminata era silenciosa y decadente, el avance  paulatino,  nada perturbaba esa calma que flotaba en el ambiente , una ligera brisa de aire frio empezó a correr, Esteban con las manos dentro de la gruesa chaqueta abotonada hasta el cuello   y la chalina alrededor del cuello a la bandolera se proporcionaba un calorcito agradable y lo completaba el atuendo, una gorra tejida con lana de oveja que le  cubría hasta el borde de las cejas tapándole las orejas, mas el pantalón de grueso corduroy verde  tipo militar,   hacía juego con los botines “Caterpiller” que facilitaban la caminata. Seguía sin comprender lo que le había sucedido pero en parte sentía cierta felicidad haber encontrado a su madre en aquellas circunstancias y también le parecía haber vivido un sueño con el  tío  Cirilo
  A lo lejos  aparecía la cabaña con su humeante chimenea; era la tarde sombría,  comenzó a sentir algo pesado en el ambiente y se  empezó a oír ahora  el tañido lastimero de una campana con sonido intermitente pero espaciado, anunciando el fallecimiento de algún lugareño cuyo tañido  llenaba todo el cielo hasta el fondo de los cerros que  con sus cúspides blancas parecían escucharlas  y cuyos sonidos se convertían en ecos profundos que   escarapelaban el cuerpo. Llegando a la cabaña Esteban  y “miqui” haciendo su tarea de guardar el rebaño,  ingresó a la cabaña y vio un  cuerpo inerte sobre una mesa y con cuatro velas encendidas, allí  se encontraba el cuerpo de don Cirilo que había dejado de existir. Esteban no pude resistir el aire enrarecido de la cabaña, unas lagrimas asomaban en sus mejillas por la pérdida de ese ser tan apreciado y ya comprendía que se había querido despedir   de él y de “miqui” yendo al lugar del pastoreo.
Contaban los habitantes  que en sus momentos de agonía habían visto a don Cirilo por varias partes del pueblo, quizás despidiéndose  de sus familiares  y conocidos. El cura del pueblo dio unas oraciones  encomendando el alma a Dios con un “Descanse en paz Don Cirilo”.
Todo el pueblo empezó a llegar para el sepelio llevando flores blancas en sus manos, hombres, mujeres, niños y ancianos  de todas las regiones  y  ciudades  los que lo estimaban, los que lo apreciaban, unos granjeros  llevaban sus gallinas, gansos y canastas  de huevos frescos en señal  de ofrenda al fallecido; los panaderos llevaban panecillos de harina recién horneadas en bandejas de madera  que Esteban se encargaba de recibir, otros granjeros llevaban leche fresca  recién ordeñada en tinajas, además de quesos de  varios sabores , otras personas  llevaban velas, muchas de ellas encendidas  que llenaban toda la casa, todo el patio, y los senderos  de ingreso de la casa; en las ventanas colocaban flores y velas blancas y de colores  que permanecían encendidas  día y noche velando el cuerpo inerte de  don Cirilo, que permanecía intacto  tal como se encontró  la mañana de su fallecimiento a pesar del tiempo transcurrido; sobre la mesa iluminado por la luz de las velas   el pueblo entero rezaba, y no terminaban  de rezar, las campanas de la iglesia no cesaban de repicar un redoble fúnebre, que se sentía en todo el pueblo y en los pueblos aledaños ,y  la gente seguía llegando.
El lugar se llenó de una espesa niebla  similar a la experimentada por Esteban cuando salió de la cueva y que a la casa le daba un aspecto tétrico. Solo las velas iluminaban el lugar y el camino al cementerio donde debería ser llevado don Cirilo. Las ofrendas de toda índole seguían llegando y ahora se guardaban en los graneros. El rebaño de ovejas permanecía en silencio en los corrales  y “miqui” entró en un profundo sueño que no despertó  hasta el día en que  fue el entierro.   Al ataúd de don Cirilo;  lo acompañaba   un cortejo fúnebre,  iba Esteban acongojado y a su lado “miqui”, la densa neblina  se hacía más espesa  y solo se distinguía  el camino por las velas encendidas en todo el trayecto. El pueblo le dedicó mucho tiempo  de  duelo y hasta que el ataúd fue depositado y cubierto de tierra en el cementerio. Después del último lampazo de tierra en esa tumba, la niebla se fue disipando, las velas se fueron apagando y se lleno de luz el escenario y se leyó en su lapida el epitafio AQUI YACE DON CIRILO, QUIEN FUE AMADO POR SU PUEBLO.fin.









FUNCTION DISABETEX

Comentarios

  1. Historia que el autor pretende darle una importancia al ser humano en el contexto de la fantasía al involucrarlo en la magia de lo sobrenatural. La presencia del personaje que esta a punto de fallecer y los deseos de demostrar su cariño a la gente que lo rodea se desdobla y hace un recorrido por los lugares donde frecuentaba pero nadie se da cuenta del hecho solo su entrañable amigo "miqui" que lo ve y comienza a seguirlo siendo mudo testigo de lo que aconteciese y se remonta a pasajes de lo vivido con el sobrino expresándole su cariño paternal haciendo lo irreal en real Luego de hecho el contacto duerme el sueño de los justos y rodea el ambiente de un halo de misterio que el autor pretende manejar con velas encendidas creando un ambiente de misticismo y misterio.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

ME GUSTA

RESUMEN DE LA OBRA LITERARIA "MATALACHE" - Enrique Lopez Albujar -

RESUMEN DE LA OBRA OLLANTAY

EL VUELO DE LOS CÓNDORES" DE ABRAHAM VALDELOMAR (RESUMEN)