MIS PEQUEÑOS CUENTOS
MÁGICOS
El Niño y El Centauro
(cuento)
Sebastián era un niño entre
cinco hermanos el último, inquieto y juguetón de aspecto soñador había
decidido por esos avatares del destino, tener un refugio donde nadie turbase
sus sueño tan apreciados y por demás incomprendidos; pese a su corta edad salió
de su casa con un traje muy sencillo, el overol que llevaba ese día apenas le
cubría las piernas debido a que estaba creciendo; le quedaba arriba de las
tobillos y solo hasta las canillas un hueco por desgaste a la
altura de la rodilla presentaba su pantalón; los tirantes estaban quizás en el
último agujero, no quedaba otro para alargarlos; una chompa desteñida con
cuello Jorge Chávez cubría su cuello y las mangas eran tan largas, porque eran
de su hermano mayor que le llevaba tres años; caminaba cabizbajo meditando lo
que estaba haciendo, salirse de su casa, y lo que le vendría después.
Caminó
un trecho y notó que se le acababa el sendero habitual y decidió tomar un
nuevo camino que apenas se distinguía y que algún sitio lo llevaría; su
caminar era lento por el agreste del camino y porque los botines no le
protegían los pies de los guijarros que pisaba por estar muy desgastados estos. Como único equipaje llevaba un atado en un palo al hombro conteniendo una
hogaza de pan y una tortilla de manteca que encontró en la cocina de su casa, y
que el día de mañana su madre echaría de menos.
A medida que se alejaba de su
casa se sentía más liberado, extendiendo los brazos como desperezándose, más
bien veía el paisaje que iba cambiando. El sol comenzaba a asomar los primeros
rayos, le parecían maravillosos, hasta se puso a saltar en un solo pié un largo
rato y después se dejó caer en la hierba fresca, llena de aromas que invitaban
a la felicidad. Tiempo después prosiguió con su caminar hasta llegar a un
arroyo de aguas cristalinas y alborotadas, que corrían amenazante y que
infundía respeto por su velocidad y se perdían luego en una quebrada. Decidió
cruzarlo, se quitó los botines los amarró con las tiras y se los echó al hombro
y pisando piedras resbalosas, haciendo equilibrio logro cruzarlo; luego
contemplaba su proeza, haberlo cruzado sin la vigilancia de su mamá, es decir
recordaba sus palabras --Sebastián ten cuidado¡ no te vayas a caer cuidado¡--
habrían repicado en sus oídos , pero hoy día no habría ello, solo el silencio y
el ruido que hacia el arroyo en su alegre correr.
Algunas
avecillas revoloteaban el lugar y la bella escena lo producían una mancha de
mariposas de múltiples colores, que se acercaban a las flores en su afán de
posarse sobre ellas, se quedó contemplando esta bella escena que por primera
vez recreaban sus ojos; Se recostó al pie de un árbol frondoso cuyos follajes
daban sombra que invitaban al descanso y en el silencio del bosque se quedó
dormido.
Cuando despertó era en un inmenso prado verde
cercado de una variedad de flores y a lo lejos veía a un niño cuya actitud le
parecía raro, pues se alimentaba de las hojas de un arbusto mor-disqueando sus
hojas verdes casi escondido entre unas plantas. Sebastián se levantó con suma
curiosidad y se fue acercando al niño y veía también el cuerpo de un ciervo,
siguió acercándose y vio otra cosa muy distinta a todo, era un niño con cuerpo
de ciervo y desnudo el torso y en la cabeza unas pequeñas cornamentas. Se le
acercó con suma curiosidad y le dijo –hola
niño, que haces aquí- sorprendido el
niño que era un centauro (criatura hibrida de la mitología griega) respondió –yo vivo
aquí desde hace mucho tiempo- desde mucho antes que tu nacieras – y mi nombre es “Nesito” ; sorprendido
Sebastián de escucharlo hablar con una pequeña vocecilla gutural, como un duende, le dijo –como es que nunca te
he visto?- respondió el niño centauro –es
que mis dominios de este prado es a partir del arroyo, del que tu cruzaste-
tú me viste? replicó Sebastián , sí
respondió –tomaste un poco de agua y te dormiste, desde ese momento, te estuve observando y velando tu
sueño para que nada te pase y puedas lograr tus sueño y puedas ser comprendido
por todos , has bebido el agua maravilloso de este arroyo y él te hará ver las cosas que tu no comprendas-
además eres muy joven y eso te ayudará a entender, cada vez que tengas esas
malas impresiones deberás cruzar el arroyo y sentirás una paz y quietud en tu
alma- le dijo el niño centauro que empezó a caminar con destino a un camino que le llevaría de vuelta al
bosque. Esteban cruzó de nuevo el arroyo y se encontró renovado, saltando y
silbando una exquisita canción que nunca había escuchado, se dirigió a su casa.
A partir de ese día cambio de actitud, era un niño obediente, contemplativo con
los demás contaba que tenía un amiguito llamado “Nesito”. Así comenzó a ser más
locuaz se fue aplicando cada vez más en sus estudios, fue dominando todas las
asignaturas de su escuela. Su aplicación era encomiable, obtenía los primeros
puestos en su escuela, la maestra lo tenía como un ejemplo con los demás niños,
empezó a enseñar a otros niños.
Muy contento Sebastián regresaban al prado y
cruzaba el arroyo para encontrar a su amigo “Nesito” y conversar lo bien que le
estaba yendo y seguía tomando el agua maravilloso del arroyo y que sus sueños
se estaban realizando, pero un día no solo encontró a su amigo “Nesito” sino a
una bella y hermosa cantaúrida (criaturas femeninas de gran belleza aunque
tengan cuerpo de yeguas en las mitologías griegas) que según su amigo se
llamaba “Hillanoma”, atraído por la belleza de su amiga aunque tenía el cuerpo
de yegua y mitad humana, entabló una extraña amistad con ella, pues se
expresaba normalmente en sus conversaciones.Tenia largos cabellos que cubrían parte de su cuerpo, esbelta sutilmente erguida y escultural con una hermosa cabellera que cubría su torso
desnudo y cuyos cabellos eran adornados con flores multicolores recién
cortadas. Tenía unos enormes ojos claros que la hacían sumamente bella, “Nesito”
muy cerca de ella le decía que era su hermana y que estaba contenta de conocer
al niño amigo que tenía en esta parte del misterioso prado que separaba esos
mundos. Sebastián muy emocionado otra vez entablaba conversación con ella
trabando amistad, salían a caminar por el bosque, el cortaba flores y le
ofrecía muy amigablemente, ella los recibía con mucho beneplácito, esbozaba una
sonrisa de compensación batiendo sus largas pestañas en especial aceptación,,transcurrían los días enteros, la amistad se acrecentaba día a día ella trotaba
alegremente y Sebastián acompasaba esos trotes muy juntos cada vez, mas juntos
llenos de felicidad. El sol parecía regocijarse ante la presencia de esa
amistad que se profesaban se decían palabras muy bonitas quizás rondaba muy
cerca el amor, sus miradas se cruzaban presagiando semblanzas de cariño mutuo.
Cuando Sebastián regresaba a su casa, solo pensaba en ella y eso le
prodigaba una energía que se traducía en hacer el bien a su pueblo; empezó a
enseñar a los niños a leer a escribir a todo aquel que quería ampliar sus
conocimientos, él los ayudaba a jóvenes y adultos, estaba prodigado de una gran
sabiduría, armaba bibliotecas para incentivar el estudio, llegó a erra-dicar el
analfabetismo. Su pueblo más bien se llenaba de cultura, los habitantes
comenzaros a progresar, la ciudad luego su pueblo, todos los pueblos que
seguían; el ocio era desterrado, todos hacían algo y él se encargaba de
incentivarlos, pero Sebastián todas las tardes cruzaba el arroyo, para ir en
busca de “Hillanoma” y ella también añoraba las tardes con Sebastián paseaban,
bebían el agua del arroyo. Pero un día Sebastián fue seguido por cazadores que
ya sospechaban donde iba todas las tardes y cuando estaba con ella se
escucharon disparos de es-copetas, los cazadores habían encontrado la presa y
la hirieron de gravedad. Hilanoma herida de muerte se internó en el bosque y
nunca más salió. Sebastián sumamente conmovido fue tras ella y caminó días y
noches, cruzó montañas escarpados, prados y camino hasta los confines de la
tierra pero no la encontró; no podía vivir sin ella, los temores y los sueños
incomprendidos volvieron a aflorar en su mente;
Lamentaba lo que le había pasado, se acordaba de ella no podía dejar de
pensar en ella, se acordaba de su dulce mirada de su sonrisa angelical que
invitaban al amor, a la felicidad al goce al saber que era amado, su cabello
castaño tan abundante y tan bello, que cubría su torso desnudo cual seda o
terciopelo a la intemperie cuya fragancia lo embriagaba hasta el delirio, la
hacían más bella, en sus trotes se llenaba de sudor al que él se encargaba de
secar tocando esa bella piel tersa embriagadora y ella sabia mirarlo,
comprendía cuanto la amaba, le leía el pensamiento, sabía que Sebastián moría
de amor y que era capaz de tenerla entre sus brazos de llenarla de besos, de
colocar todas las flores del prado en sus cabellos y que la harían más hermosa;
Él le juraba amor a raudales como un rio ofrece sus caudales a una cascada ,
sus días con ella eran interminables compartía sus obligaciones con el pueblo,
que también lo
amaban por que les daba a los niños escuelas para que estudien mejor,
trabajo a los hombres y mujeres del pueblo para que no hubieren diferencias, no
hubieren peleas , para que existiese la comprensión entre las personas , ese
amor de Hilanoma se traducía en él y lo volcaba hacia ese pueblo que lo vio
nacer , crecer, amar y ahora añoraba ese amor que dedicó toda su vida. Hoy
regresaba al arroyo porque se sentía fortalecido con sus recuerdos. Un día
Sebastián cruzó el arroyo y se internó en el bosque en busca de ella para nunca
más salir, quería morir de amor.
CAPITULO 2 “HILLANOMA”
Desde muchos años según la mitología griega se expresaban de unos seres
prodigiosos de fan-tástica belleza es decir mitad caballo o yegua mitad hombre
o mujer que Vivian en los bosques donde solo los dioses del Olimpo les
permitían vivir; su estancia era la transmutación de lo bello con lo insólito,
de lo divino con lo tirreno, se les prodigaba caracteres de enorme belleza
lírica, solo comparable con lo que el destino puede imaginar, comprensible para
quien adora lo desconocido, la magia de lo real y de lo no real donde solo se
podía ver el alma , el goce del espíritu .El ser humano no era ajeno a esas
circunstancias del yo, de compenetrarse con lo imposible a veces era perdida de
la razón, que daba cabida a lo misterioso del ego, y por ello es que veíamos
una centaurida* de un sueño a lo real , de lo bello a un ego profundo, de la
esbeltez de mujer. de torso bellamente esculpido, de hombros redondos casi
voluminosos que armonizaban con dos pechos de mujer bellamente erguidos y
desnudos cuya piel curtida por el clima frio, inclemente y el sol candente,
pero que eran finamente conservados y que armoni-zaban con las aureolas oscuras
de sus pezones y que las hacían más bellas; “Hillanoma” dueña de una cabellera
negra, larga y brillosa que le caía desde los hombros hasta el fin del torso,
su bello rostro que clamaba ser admirada , sus mejilla color rojo carmesí
armonizaban con una boca cuyos labios voluptuosos propios de una belleza
insólita, su mirada penetrante, así como vivaz y sensible a cualquier ruido en
el ambiente capaz de captar cualquier movimiento anor-mal que se encontrara en
el ambiente sirviéndole de alerta a cualquier peligro, y fría como el hielo,
cuando veía la injusticia , la intolerancia y el saber que era incomprendida,
que era re-chazada en el mundo real y que su rol no era destinado al hombre
sino a las divinidades, Pero su conciencia terrenal sentía y pensaba como una mortal,
siendo inmortal para la humanidad. “Hillanoma” apreciada por su juventud,
sentía una gran atracción por Sebastián, En su mundo eso era normal pues el
amor era profesado por todos los seres sin distinción. Era parte de la vida de
todos, animales insectos, vegetales, En su mundo el amor era reciproco , la
entrega era única, total, verdadera e inconsciente, trágica y totalitaria No
había amor a medias , No había desamor , nunca se dejaba de querer, de amar sin
condición. El amor existía desde que nacía y era eterno. Desde niña sentía amor
por todo lo viviente : por los animales, por las plantas que servían de
sustento; Eran seres que no necesitaban nada para vivir lo más maravilloso que
podía existir , tenían un territorio en que vivir eran dueños del universo,
del aire que respi-raban, dueños de la verdad que nunca aparecen en otros
mundos. Eran dueños de la belleza. Eran seres maravillosos que solo podían
existir en la mente humana, en la mente pura, sin prejuicios sin tribulaciones.
De la más pura esencia de la divinidad, solo existían , solo Vivian libres de
todo pecado “Hillanoma” integrante de una sola familia, su misión era vivir,
crecer, amar eternamente, Lo más maravilloso que puede ser, era dedicar toda la
vida al amor, Solo era propio de seres divinos, sin mancha ; Haber conocido a
Sebastián era para ella uno de los más caros anhelos que podía esperar su
divinidad, Oportunidad para abrir mucho más su corazón hacia él , dedicar más
tiempo sus pensamientos, sus sueños eternos a la persona ama-da sin mancha ni
pecado, solo ver florecer cada día con la presencia del ser amado cúmulos de
felicidad cuyo fin era ella a la que había sido creado y llegar a la cúspide de
su existencia amando, implorando felicidad derramando alegrías sin fracasos sin
odios ni venganzas, Todo eso no podía existir en su mundo, brindando al ser
amado todo su ser , sus pensamientos su ternura que nunca se acaba. Que nunca
podía experimentar un placer platónico por alguien que era correspondido, ella
sabía que se acercaba cada vez más a la felicidad pero también presentía la
infelicidad.
CAPITULO 2 LA MADRE
Doña Rudencinda , era una matrona de una exuberante robustez y un rostro
angelical que presentaba los rasgos de una amabilidad sorprendente, era esposa
de un capitán de la guardia Real y caído en armas en una misión de “La Legión
Extranjera”, quedando viuda y con un niño llamado Sebastián .Se caracterizaba
por poseer una dulzura que cautivaba a todos los habitantes de su comunidad,
llevaba un delicado y bien cuidado moño de cabello rojizo que le acentuaba y la
hacía sumamente grácil, De modales muy sutiles y con mucho amor a su hijo
Sebastián y al prójimo , era capaz de conmoverse con las necesidades del
pueblo, tan es así que se preocupaba de que los niños vayan bien alimentados a
la escuela y que además eran amiguitos de Sebastián, Ella les servía el
desayuno al que se encargaba de preparar en gran-des peroles el chocolate con
leche y que sabía servir en tazas a todo aquel que se asomaba a la ventana de
su vivienda que permanecía abierta desde muy tempranas horas de la mañana
Cuando la saludaban era motivo para alcanzarles una taza de chocolate y un
delicioso bollo de harina que se encargaba de preparar y hornear. En sus ratos
libres tejía abrigos, chalinas, gorros, y guantes para las personas que lo
necesitaban o a las que pasaban frio, su dinamismo diario era para el bienestar
de ese pueblo que surgía gracias al impulso que les sabia dar Se-bastián.
CAPITULO 3 La búsqueda
La madre de Sebastián, doña Rudecinda empezó a preocuparse
por el hijo desaparecido, pues lo habían visto a Sebastián, un buen día
internarse en el bosque y nunca más se supo de él, en vista que no regresaba a
su hogar ella empezó a preocuparse; las buenas obras que venía realizando
quedaban paralizadas, se producía un fenómeno muy particular, las personas ya
no eran las mismas de antes: amables , trabajadoras, En cambio empezaban a
discutir en la vía pública en grandes grupos, ya no había confianza cada quien
guardaba los secretos que que-rían, Mucha gente reclamaban la presencia de
Sebastián, iban a su casa, le tocaban la puerta, los médicos preguntaban por
él, pensaban que estaba enfermo y que no podía caminar; ingre-saban a su casa
lo buscaban incesantemente. Su madre doña “Rude” como le decían de cariño lo
buscaba en toda la ciudad, se tejían muchas historias sobre su desaparición, lo
necesitaban, era el motor del pueblo, de la ciudad, del país; El pueblo comenzó
a paralizarse, en los mer-cados ya no habían hortalizas, el agricultor ya no
sembraba , las granjas iban disminuyendo
• no había el sustento para
la mesa, Cada vez había más gente buscando a Sebastián , ya no trabajaban , el
carpintero ya no hacia muebles no había donde sentarse, la gente caminaba ya no
había transportes , los vehículos se malograban, no había quien los reparaba ,
Buscaban a
Sebastián ponían avisos en los periódicos, colocaban afiches en las
calles, Las autoridades dic-taban decretos que nadie los cumplía , El tránsito
de vehículos se enredaba , La policía también buscaba a Sebastián, que en
muchos años ayudó a la ciudad a vivir , Llevaba con él la felicidad y la
repartía a cada habitante de su pueblo, les enseñó a hacer las cosas con amor,
sin odios ni envidia, “dar de sí sin pensar en sí”, era su lema , todos
aprendieron y comenzaron a triunfar a hacer un pueblo y, una nación feliz, y
Hoy no había nada de eso comenzaron las disputas , no se sentían seguros, los
campos agrícolas lucían desolados, las escuelas estaban vacías, los ríos se
contaminaban, no habían peces, Las industrias paralizadas. Se le buscaba en
todos los sitios del pueblo: en La escuela donde dictaba sus clases a los
niños, adolescentes y adultos del pueblo, en Los campos de siembra donde
enseñaba a mejorar las plantaciones, en los rio por donde salir a pescar los
peces para los comedores populares, en las bibliotecas donde había formado
colecciones de libros, en Las universidades donde enseñaba las principales
asignatu-ras de especialización. No encontraban rastros de Sebastián.
Solo su madre se comunicaba con él mediante el sueño, le hablaba , le
contaba lo feliz que había sido todos esos años desde el día que había cruzado
el arroyo y la amistad que tenía con “Hillanoma” los días de gloria que pasaron
, los cambios que había experimentado no solo él , sino el pueblo entero, las
ciudades aledañas , los campos habían crecido las cosechas benévolas , los ríos
llenos de peces , pero ahora él seguía muriendo de amor y tras los pasos de
Hillanoma perdida en el bosque, pero él no lograba ubicarla pero sabía que
estaba viva y eso lo reconfortaba. Sebastián no aparecía , todos los viajeros
que llegaban eran preguntados
si lo habían visto en algún lugar , enormes afiches colgaban de los
postes , paredes , edificios, antenas en los edificios más elevados , pendían
gigantografías de Sebastián, las radios y la TV tenían programas completos de
horas de horas buscando al hijo prodigo , al hijo predilecto, el magnánimo, el
líder, todos esos epítetos lo señalaban como al único, las grandes cadenas de
noticias dedicaban espacios para ubicar a Sebastián , rescatista de todo el
mundo llegaban con todos sus atuendos , sus vituallas para buscarlo, los
mejores canes entrenados en búsqueda
• los mejores psíquicos
llegaban para hacer sesiones al aire libre para ubicarlo, pasaban los días, los
meses, los años. La búsqueda continuaba cada vez más, se creaban brigadas de
todas partes del mundo, los jeques árabes lo buscaban por los desiertos más
grandes, las dunas eran recorridas una a una, palmo a palmo, las cadenas de
montañas eran recorrido por cientos de alpinistas, lo buscaban por los montes
más altos: por el Himalaya, el Everest, el Alpamayo en el Perú, por los montes
Alpinos en Suiza, por El Mont LEBLANC sin indicios de Sebastián. Los jeques
árabes ofrecían grandes recompensas por algún dato en todas las monedas, euros,
dólares, rupias, yenes; los gobiernos estaban dispuestos a unirse para
concretar la búsqueda, las naciones querían liderar la búsqueda y Sebastián no
aparecía. Su madre lloraba incan-sablemente día y noche , sus ojos se secaban
de tanto derramar lágrimas , su
robustez iba disminuyendo, los visitantes y comensales ya no eran atendidos ,
su huerto ya no producía las hortalizas , las ovejas y cabras ya no daban la
leche, ya no había quesos, los comensales iban disminuyendo, ya no tejía los
abrigos para los que lo necesitaban los fogones se iban apagan-do la leña
escaseaba, los bosques se tornaban grises la desolación consumía al pueblo, a
la ciudad y la búsqueda se hacía más intensa.
CAPITULO 4 LOS CAZADORES
Desde que se inició la
búsqueda incesante por encontrar a Sebastián y se ofrecía grandes re-compensas,
Doña “Rude” que así la llamaban de cariño, clamaba por el retorno de su hijo
que por muchos años llevó ese dolor, ya no era la matrona joven y robusta , su
alma y su cuerpo ya no le pertenecían ya no tenía lágrimas, sus ojos
permanecían secos, solo con ganas de ver el regreso de su hijo amado, del
salvador de la miseria de ese pueblo que perecía día a día y aumentaba los
buscadores, que ya se convertían en cazadores , unos atravesaban el arroyo y se
internaban en el bosque , las recompensas los incentivaban y llevaban a la
plaza del pueblo varias especies que cazaban y los vendían . Un día llevaron
entre las especies que habían cazado un raro animal que pusieron en la plaza
principal para que la gente pudiera observarlo, era un ser provisto de un gran
pelaje con unas pezuñas de cabra en los pies, una enorme cabe-llera negra que
cubría casi todo su rostro así como también todo su cuerpo, colgado de pies y
manos en un palo llevado por dos hombres al que pusieron en exhibición , Todo
el pueblo se aglomeró en torno al extraño animal con características de humano,
entre otros varios ejempla-
res como ciervos, sajinos, cerdos ; doña “Rude” también acudió a lo que
era un espectáculo y al llegar vio al raro ejemplar y al acercarse con bastante
dificultad vio, lo miró con esos ojos que nunca se marchitaron y que solo
ansiaban para el momento oportuno, esos ojos que habían esperado muchos años,
al que nunca perdieron la esperanza de ver; un grito de dolor se escu-chó en
toda la plaza, en todo el pueblo, en toda las ciudades, Un grito lastimero que
salían de las entrañas más profundas de un ser, de una madre al encontrar a su
hijo Sebastián y cuyo dolor se irradió a través de montañas, comarcas , ríos y
no cesaba, ese grito no se acababa , era encerdocedor, Todas las aves de la
comarca alzaban vuelo, los animales despertaban y comen-zaban a guarecerse en
los bosques , la gente corría se tapaba los oídos , el lamento no cesaba , Los
arboles perdían sus hojas , Los ríos se secaban , el arroyo nunca más tubo agua
, las escue-las se derrumbaban , los campos del agro se volvían estériles , La
gente huía, dejando todas sus pertenencias , los cazadores abandonaba sus
presas , El grito lastimero continuó por varios años, quedando un pueblo
desierto, sin gente sin almas siguieron luego las ciudades aledañas, el grito
lastimero seguía inundando todo lo que quedaba , matando todas las esperanzas,
se derrumbaba todo el progreso llegando a ser un pueblo fantasma , doña “Rude”
todavía seguía en la plaza de rodillas con las manos en su rostro, abatida
incólume, incrédula, conmocionada ante lo que sus ojos que habían permanecido
intactos de aquella humanidad que había envejecido para ver lo que tenía en su
delante, Había reconocido a aquel ser que lo traían como a un animal salvaje
atado a un palo de pies y manos, al que todo una vida había esperado , al que
su cuerpo no resistió tanto sufrimiento, tanta avidez por el amor que no llegó
a encontrarla en esa espesura de bosque. Estaba ante sus ojos incrédulos que no
querían aceptar la realidad, se resistían a romper el corazón de una madre y
que era el ser de sus entrañas que apareció , Ella sola y de rodillas se quedó
por muchos días , meses , años quizás por mucho tiempo sumida en el más profundo
dolor que una madre puede soportar, la pérdida de un hijo y hoy lo tenía allí:
Era Sebastián inerte con sus bellos ojos brillantes, perdidos en el vacío del
tiempo, que lo miraba y penetraba en su corazón , Su hijo que regresaba desde
la eternidad. FIN
autor: Ernesto Castillo Tafur
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